Según el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), implicaría un shock de licuación salarial.
La dolarización
implica dos momentos: el ajuste inicial (esencialmente una
reducción de la participación de los salarios en la economía) y las limitaciones
posteriores derivadas del corset dolarizador.
La dolarización no resuelve la raíz estructural de los desequilibrios
macroeconómicos en Argentina, sino que elimina la moneda propia, ajusta
drásticamente el déficit fiscal (con lógico impacto en partidas sociales) y licúa
salarios, abandonando la opción productiva. Es un cambio de ordenamiento
profundo para virar hacia una economía para unos pocos.
Si, en cambio, se avanzara en resolver de manera sostenible la dinámica
bimonetaria de la economía argentina -principal vehículo de la suba de precios
e inestabilidad macro-, con una más eficiente administración del comercio
exterior sostenida en el tiempo (evitando desregulaciones cíclicas),
financiación en el mercado local del déficit fiscal y solución a la salida de
capitales, ¿para qué serviría una dolarización?
Precisamente, en ese camino la economía requiere una moneda propia, cuya
fortaleza se sostenga en el tiempo.
¿Por qué se ha instalado, entonces, que conviene dolarizar? La dolarización
aparece como recurso facilista para reunir consensos en torno al camino de
licuación salarial que, hasta ahora en Argentina, no pudieron lograr de manera
definitiva en cada avance neoliberal.
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