Con motivo del Día Internacional del Autocuidado, el doctor Matías Tisi Baña, jefe del Servicio de Clínica Médica del Hospital Universitario Austral, explica cuáles son los principales hábitos y habilidades a desarrollar para preservar la salud integral.
Este miércoles 24 de julio se celebra el Día Internacional del Autocuidado, una fecha que busca concientizar sobre la importancia de que cada persona lleve adelante acciones que puedan fortalecer su bienestar integral y prevenir enfermedades, tanto físicas como mentales.
“La Organización Mundial de la Salud define el autocuidado como la capacidad de las personas de promover la salud, prevenir enfermedades y hacerles frente con o sin el apoyo de profesionales médicos”, recuerda el doctor Matías Tisi Baña, pronto a aclarar cuál es el papel de la medicina en la promoción de este tipo de capacidades y destrezas personales: “El rol del médico como guía, educador y estimulador de buenas prácticas es fundamental para el cuidado personal; especialmente hoy en día, cuando circula tanta información que no siempre es seria o adecuada”.
En cuanto a las rutinas de autocuidado, el Dr. Tisi Baña menciona algunas de las principales prácticas que ayudan a fortalecer la salud integral: “Hacer ejercicio en forma regular, unos 30 o 40 minutos, al menos tres veces por semana. Comer de forma balanceada, controlar el consumo de grasas, alcohol, sal y azúcar. Tener buenos hábitos de higiene, dormir bien, atendiendo no solo a la cantidad de horas sino también a la calidad del descanso. Llevar una vida social rica y evitar hábitos tóxicos, como el tabaquismo. En el contexto actual, también resulta cada vez más indispensable contar con herramientas para controlar el estrés. Y, por supuesto, realizarse chequeos regulares: al menos una visita médica anual para revisar conductas y salir de dudas, además de controlar la presión, el peso, hacerse un laboratorio simple. Los controles odontológicos y oftalmológicos periódicos también son necesarios”.
El doctor Tisi Baña añade: “Por fortuna, cada vez hay más conciencia de cuán valioso resulta que niños y niñas entiendan qué beneficios les reportan los hábitos saludables. Hay que insistir en la transmisión de estos valores, comprender que el desconocimiento marca desigualdades importantes. Entonces, arbitrar los medios para que se generalicen y puedan llevarse a cabo es responsabilidad de todos”.
A los adultos que plantean que es demasiado difícil romper malos hábitos adquiridos, “se puede; busquen ayuda; piensen qué los motiva y apóyense ahí. Hay miles de ejemplos propios y ajenos que muestran cómo uno es capaz de lograr lo que se propone. Y, quizá lo más importante, es que aún cuando uno falle, seguir intentado es el camino al éxito”.
Y aclara que ejercitar estos cuidados es la mejor manera de transmitirlos a otros”, y que no dependen de los recursos materiales. “Se puede practicar con lo que se tiene. Por ejemplo, se puede hacer ejercicio sin ir al gimnasio, o comer mejor gastando lo mismo. Aún más: es más barato no fumar ni tomar alcohol o bebidas gaseosas”.
Por último, vale separar diferenciar la automedicación del autocuidado. “Uno puede entrenarse en manejar
situaciones médicas crónicas –asma, diabetes, insuficiencia cardíaca, etc., y esto
es parte del autocuidado, pero muy distinto es automedicarse, ‘apagar’ los
síntomas y seguir adelante sin considerar la importancia de estos avisos que da
el cuerpo. Resulta clave la educación y la charla periódica con el médico de
cabecera”.
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