Una triste noticia despertó hoy al mundo: la muerte del Papa Francisco. Y en especial fue una noticia muy triste para los argentinos, particularmente para los más pobres de ellos, quienes veían en la figura del Papa a quien hablaba por ellos, parecía sufrir por ellos y pedía por ellos, más allá de cualquier creencia.

Francisco Bergoglio era una especie de símbolo de bondad y de preocupación por el mundo, más allá de las creencias que cualquiera pudiera concebir.

Su manifiesta preocupación permanente por los más pobres, por los olvidados, por los marginados, despertó la admiración y el respeto de la mayor parte de los habitantes del planeta, con las conocidas excepciones.

Sí, era esperable, tenía que ocurrir, pero es imposible no lamentarse y no sufrir, pensando en un incógnito futuro que, deseamos, pueda ofrecer la sorpresa y la alegría que constituyó por muchos años la existencia de éste, nuestro Papa.